
Todos hemos podido ver y sufrir las consecuencias de las reiteradas agresiones a las que nuestra Constitución ha sido sometida durante una legislatura en la que los ocupas del Gobierno de España han rebuscado todas las formas posibles de complacer y satisfacer el desmantelamiento nacional en pro de intereses contrarios a los nacionales. Para ello han procedido de forma descaradamente antidemocrática y sectaria privilegiando a media nación y enfrentándola a la otra media, diseñando leyes contra derecho amparadas en resquicios constitucionales referidos a su letra y en total desprecio a su espíritu, en una actitud continuada de clara indecencia moral inaceptable.

El juego limpio siempre podrá vencer al monstruo del juego sucio, pero este siempre llegará primero a la meta y recibirá el premio de los aplausos y la gloria en delirio apasionado de una afición tan entregada como estafada. A veces, las marcas, las medallas y la gloria son para los que se dopan, haciendo trampa e infringiendo las normas. Son infractores ambiciosos, que toman los méritos de otros para sí y no tienen escrúpulos en gozar glorias ajenas, en el engaño a su afición y la desvirtuación de las esencias de cualquier competición. Luego vienen los controles. Se inicia un largo proceso. Denuncias, confirmaciones, contradenuncias...dudas... finalmente, en algún caso, se consigue la retirada de algún título y su correspondiente trofeo. El ganador lo recibe en un frío y frustrante envío postal, tras una larga y ardua descalificación, siempre dudosa, del primer ‘ganador’. Finalmente se hace justicia, pero el auténtico triunfador fue despojado, miserablemente, de las mieles del triunfo, en ese punto de ebullición con el que todo competidor sueña.

Los ocupas del Gobierno han llegado los primeros a la meta, en estas votaciones, tras cuatro años trampeando y vendiendo a España para asegurar votos. Solo han podido mantener la diferencia de hace cuatro años a costa de regalar leyes criminales, desprecio constitucional, incumplimiento de leyes, discriminaciones, expolios, mangoneo de la soberanía nacional, arrogantes imposiciones, atentados contra la libertad de expresión, privaciones de derechos, delictivos privilegios y debilitación y humillación del estado ante los asesinos nacionalistas vascos, el nazismo nacionalista en general y el comadreo institucional con colectivos ostentosamente afines, sin olvidar el acoso y derribo de la oposición, desde su exclusión con el pacto del Tinell, de claro corte nazi-excluyente. Pobres resultados y escasos beneficios a cambio de tanto destrozo nacional e institucional, tantos derechos decapitados y tantos valores defenestrados.

Ante este montón de basura, traición, incumplimiento de la legalidad, autoritarismo y chapuza antidemocrática, no hay por menos que reconocer que los resultados obtenidos por el PP, nadando contra corriente maniatado y amordazado, son de un valor democrático extraordinariamente superiores a la suma de todos los demás partidos, dada la gran dificultad y obstáculos que ha debido sortear para obtenerlos.
Es del PP la clara victoria electoral, por ser el partido más votado de entre los pocos que han competido en la limpieza ajustada a los márgenes éticos y legales. El hecho de la inexistencia de un jurado que descalifique al tramposo, no reduce el mérito del claro ganador. Es al PP al que corresponde de forma clara y rotunda, la victoria, por clara y evidente descalificación del primero. Por continuado juego sucio y zancadillas al adversario, el primero se ha descalificado. Ha estafado a la afición, propia y extraña. No merece el trofeo que se lleva.

Nadie puede reconocer una victoria conseguida desde el delito continuado y que, casualmente y por dos veces consecutivas, toma impulso final desde lo que empieza a ser su particular y macabro trampolín del horror terrorista, cuya influencia en el resultado final, en ambas ocasiones, nadie puede dudar.
Antes o después habrán de asumir los graves e irreversibles daños producidos, y que sin duda seguirán produciendo, contra la nación, ocupándola para malversarla con el mismo juego sucio con el que treparon hasta sus instituciones. Pero de momento gozan de una victoria ajena y utilizan el estado para su servicio, en lugar de servir a la nación desde él.
En nuestra política, nadie ni nada controla el juego sucio ni aplica la descalificación del infractor. El que llega a lo más alto, ‘como sea’, tiene derechos de pernada, y si le apetece lo llena de forajidos que le sirvan y suplanten a los servidores públicos. La oposición acepta y acata. El ciudadano paga y se somete al poder de las mafias del estado.
Clandestino