domingo, enero 06, 2008

Viejas y conocidas monas vistiendo viejas y conocidas sedas.




Tras una legislatura en la que el Ejecutivo y la Constitución no han disimulado su mutuo desprecio e inevitable aversión, eludiéndose hasta situarse en sus respectivas antípodas, los unos en las de la otra -de la misma forma que ha sido no menos ostentoso, el desprecio y acoso del ejecutivo hacia las víctimas del terrorismo y hacia las familias o colectivos manifiestamente contrarios a la ostentosa renuncia del ejecutivo a su deber a asumir el gobierno de España, o en su defecto el de dimitir- se me hace difícil asimilar la exagerada y ostentosa lealtad y querencia, actual, del mismo Ejecutivo hacia la misma Constitución.

Una vez demostrada y convencido de la inane y exigua resistencia de la oposición, ha creído descubrir en la Iglesia ‘al Satán’ que dirige y planea las acciones que golpean en su línea de flotación, hasta hundirlos al nivel del inexistente Rajoy, insistiendo en su línea de desprecio e insulto a la inteligencia popular, a la que sigue creyendo fácilmente engañable y manipulable, en su totalidad. En este su pobre razonamiento, creen que si anulan a la Iglesia atajan su problema. En ello centran últimamente el tonelaje de sus carencias como única virtud destacable, y no pasa ni un solo día sin alguna novedad al respecto, simulando lealtad a la Constitución y a la ley, elevándolas sobre cualquier imposición moral o acto de fe religiosas.

Aunque no han hecho méritos para no pensar que siguen mientiendo, como siempre, en un torpe ardid para captar votos, voy a aprovechar para recordarle que tiene razón, en aferrarse a la Constitución y a la ley -pero a la democrática, no a sus leyes políticas contra derecho impuestas extorsionados o complaciendo a sus manipuladores- como elementos por los que se debe regir la Nación. Esto claro giro y amor legal y constitucional, demuestra que antes estaban fuera de la ley, por tanto delinquiendo, los tres años y medio que ha ocupado el Estado de espaldas a esa misma Constitución y a su legalidad a la que ahora adoran, pero que siguen imponiendo sus leyes y sectarismos criminales a una gran parte de la Nación, desde la agresividad connivente, con sus largamente favorecidos y apandillados barriobajeros nazis, lobby gay o diversos gruposfavorecidos, destacando la SGAE.

No es tarde para reflexionar e incorporarse al mundo de la legalidad, empezando por purgar sus delitos entregándose a la justicia. El no hacerlo demuestra que su grotesco y esperpéntico plan engañabobos –que me hace pensar que retomará la senda del delito en cuanto que vuelvan a reocupar el Estado, si conseguen engañar a suficientes ingenuos para sumar a la ‘federación’ de pandillas de beneficiarios y apesebrados- está claro, como lo ha estado siempre. Detener a asesinos, a los que seguramente luego les serán retirados los cargos, o soportar la aversión que les produce la honradez o el Estado de Derecho, no les reportará más votos que los que ya no tengan seguros. Rasgarse las vestiduras con la Iglesia no engañará a nadie. Esta es una Institución de dos mil años. No nos hagan pasar por el trance de hacernos creer que la acaban de descubrir. Todos sabemos lo que es y como es. Sabemos que el Estado debe ser aconfesional pero no anticatólico, ni perseguir a los católicos.

Todos sabemos que los gays, los autores o los políticos tienen derechos, pero también los católicos, los niños, los heteros, los trabajadores, los comerciantes o los desamparados bajo la tiranía nazi del hampa nacionalista, sin necesidad de invadir los de estos para satisfacer intereses, que no derechos, de los grupos de presión y extorsión.

Seguir llamando democracia a una situación de extraño galimatías dentro de un caos autoritario y chapucero, es lo más parecido a una captura obtenida de un mal corto animado, o un vulgar remedo absurdo de Groucho Marx. Todos sabemos que muchos instrumentos para el expolio y la represión, elevadas a rango de ley, son imposiciones contra la Constitución, contra la moral, contra la ética, contra la honestidad y contra la cultura cívica y progresista. Sabemos que, como toda imposición criminal, es agresiva contra la libertad, la paz y la convivencia. Ya que ser unos fuera de la ley, es su única posibilidad de ocupar y prostituir las dependencias del Estado, al menos que no nos obliguen a creerles y a soportar su falsedad.

Clandestino

1 comentario:

Martha Colmenares dijo...

La democracia y sus inclementes enemigos: la demagogia y la tiranía. Bien que Platón describió los procesos degenerativos de la democracia griega, que se me antoja profético a nuestros días.
Un abrazo, Martha