miércoles, junio 29, 2005

Mañana se certificará la defunción democrática en España.

Se aprobará una ley. Pero no será una de tantas. Será una ley que regalará a unos y sustraerá a otros muchos mas numerosos. Será una ley que, al margen de su mayor o menor justificación, será IMPUESTA a millones de españoles contra su voluntad y zahiriendo sus sentimientos. Arrollando sus derechos.

Ríos de tinta y riadas de ciudadanos corrieron por los medios y por las ciudades españolas, cuando Aznar nos impuso, por bemoles, nuestra complicidad en los actos terroristas y de saqueo llevados a cabo en Iraq por las incursiones piratas de Bush y sus secuaces. Este actuó de forma absolutamente autocrática, desde el más absoluto desprecio a la democracia y a sus “desmocratizados” conciudadanos.

Nuevamente vuelve a pasar. Millones de ciudadanos son “oligárquicamente” pasados por la quilla. Un grupo minoritario impone su voluntad y deseos, de forma totalmente arbitraria, a toda la nación. Una vez mas los iluminados obligan a todo el mundo a ver por sus ojos y exigen complacencia con lo que ven.

Ni siquiera un gesto democrático con lo que todo quedaría resuelto: REFERÉNDUM vinculante. La denostada democracia tomaría un hálito de vida que le permitiría dar esperanza a millones de creyentes en la decencia humana.

Pero no sucederá. A los despojos de nuestra supuesta democracia, mañana le será, brutal, cobarde y vergonzosamente, aplicada la eutanasia.

Será importante no olvidar la fecha de mañana. Será bueno adjuntarla a la de la foto de las Azores. Porque ambas fechas marcarán la biografía necrológica de una democracia que nunca existió, como comprobaremos mañana cuando se le dé el último golpe y sea definitivamente destruida como máscara que durante largos años ha encubierto la autocracia y la oligarquía que han regido la opulencia de unos pocos y el soez y obsceno desprecio a la calidad humana de todo un pueblo. De toda una nación. Las generaciones venideras tienen derecho a conocer cuando, por quienes y como, sumisamente nos dejamos arrebatar sin rechistar, los tesoros de su herencia y que no supimos custodiar ni defender.

Siempre lo supimos. Pero aunque fuese mentira siempre había alguna esperanza de admitir nuestro error. Nadie imaginaba que la gran estafa estuviera tan consumada. Tan próxima. Tan miserablemente decidida y consolidada.

Mañana la democracia será impunemente asesinada. Los asesinos, la autocracia y la oligarquía, cabalgan orgullosos y desafiantes sobre briosos corceles a los que incitan a patear al pueblo que no supo ni fue capaz de obtenerla, defenderla y disfrutarla.

España se queda sin democracia simplemente porque no la merece.

“Sin lucha no hay victorias”