domingo, abril 20, 2008

El PP se entrega a los ocupas del estado y renuncia a la democracia.



Son legales y legítimos los pactos y acuerdos entre partidos, pero no siempre son legítimos los acuerdos con un gobierno enemigo de la nación y de la libertad, frontalmente contrario al derecho a uso y disfrute de la democracia, por parte del pueblo que lo mantiene para que la garantice. De la misma forma que fue criminal la degradación del estado, rebajándolo a la indignidad del hampa criminal, lo es rebajarse a la mafia que lo impuso contra la legalidad y en el desprecio a la memoria de miles de víctimas del horror nacionalista vasco. El PP se degrada así mismo sentándose a la misma mesa de esos mismos individuos, para “negociar”, el reparto de poderes, en lugar de exigir la devolución de esos poderes a sus legítimos dueños. No negocia la instauración democrática en España. No le exige al Gobierno que derogue las leyes antidemocráticas, antinacionales o anticonstitucionales, ni que abandone las actividades criminales, de obstrucción a la justicia y acoso al derecho y libertades fundamentales, dando amparo a la media España abandonada a merced de sus socios y aliados nazis y proterroristas. No le exigen una rigurosa defensa de la legalidad constitucional que nos lleve a la convivencia pacífica e igualitaria en la normalidad propia de un orden democrático. Se están repartiendo el control sobre el poder judicial, en lugar de blindar, su independencia. Se están repartiendo el cadáver del estado, asesinado con el pacto del Tinell donde se engendra la reforma constitucional clandestina, regalando competencias y soberanía nacional a mafias de presión y afines, que siempre han impedido cualquier posibilidad del desarrollo democrático de la nación española, apuntillándola definitivamente con la intervención del T.C. y manoseando la justicia tras defenestrar cualquier esperanza al estado de derecho.

Esto deja clara las causas de la derrota del PP. De ese PP al que tanta gente hemos defendido, como esperanza democrática, ante la gran alianza mafiosa y corrupta de los radicales de izquierdas, acaudillada por un mediocre tridor y revanchista, obstuso de mentalidad infantiloide repelente y embustero. Ante una izquierda cuyo rastro histórico está plagado de traición, crueldad, sangre, corrupción, populismo, despotismo criminal y enemigo activista eterno, contra cualquier forma de libertad o de convivencia democrática. Por sí mismos o mediante alianzas entre la peste de su calaña. Mao, Pol Pot, Hitler, Mussolini, Stalin, Castro, Ché, ETA, PNV, ERC, IU, ZP, Chávez... Solo por citar algunos que dejan claro que izquierda y democracia son conceptos absolutamente contradictorios. Que el concepto de democracia de las izquierdas es el de “Pan para mí y hambre para el que no pueda”.

Esta foto y la de arriba, no son fotocopias, aunque sean iguales y ambas nos muestren sendas historias gemelas.

Creí en Mariano Rajoy. Le defendí frente a las críticas, pidiendo tiempo para sus nombramientos. Pero no puedo defender ni apoyar a quien traiciona cuatro años de hiriente desprecio a las víctimas del hampa y del estado, y se arrima al botín de los enemigos de la honradez y de las libertades. Creo en el Rajoy de firmes convicciones democráticas y de firme lealtad a la nación española, dándole todo mi apoyo siempre, en la derrota o en la victoria. Especialmente cuando la legislatura y la victoria votacional, de la alianza mafiosa, es claramente fraudulenta. Habría apoyado incondicionalmente a un Mariano Rajoy dispuesto a recuperar el estado y la unidad nacional en el rigor de la igualdad constitucional. En la limpieza del estado y de la nación, librándola de nazis, terroristas, radicales, delincuentes o cualquier tipo de individuo que de alguna forma perturbe la convivencia, la paz y la unidad nacional. En el esfuerzo por la dignidad y derechos de las víctimas de la alianza nazi, de los terroristas y de sus cachorros y 'nueceros' proterroristas. A recuperar los principios y valores que nos dignifiquen como seres humanos. Pero me encuentro que, igual que los 'plurinacional-socialistas' dieron legitimación política a los asesinos nacionalistas vascos, Rajoy da legitimación política a los que han atentado contra el estado y la nación, infringiendo daños muchos más graves e irreversibles, que los producidos por los asesinos vascos, en toda su historia. Legitimación que impide cualquier acción policial y judicial, contra los que han golpeado y traicionado al estado y reventando a la nación omiten su legalidad. Que dificulta enormemente cualquier iniciativa privada o colectiva, orientada a poner a ZP y a sus socios, ante la justicia en cualquier tribunal europeo. Ha legitimado políticamente a los que debió poner ante la justicia, nacional o internacional. Ha ofendido y defraudado a millones de ciudadanos.

Se equivoca Mariano Rajoy convirtiendo en política una cuestión de derecho y de justicia. Dando consideración política a los que deben responder ante los tribunales de justicia. Los ciudadanos no queremos que se aplaque la crispación a cambio de impunidad política. Queremos garantías de nuestros derechos y la justicia que los ampare. El gobierno es un claro agresor de derechos fundamentales y el estado su principal útil. Aliarse con ellos es ser uno más de ellos. Es traicionar y abandonar a los millones de ciudadanos que confiaron en un proyecto que es mentira.

Ahora la oposición se diluye, encamada en el residuo criminal del estado y decide ser arte y parte del hampa que nos ha atrapado en su submundo surrealista de improvisación aleatoria y maligna de niño cabreado, bajo una indefensión y desamparo, que les permite el libre mangoneo despreciable y esclavista, desde el blindaje de la impunidad que le pagamos. Un estado neutralizado, sin jefe y sin gobierno, y al servicio de sus enemigos, con unas FSE controladas por ellos, un poder judicial controlado por ellos y unas FF.AA desmotivadas y mangoneadas por ellos. Queda definitivamente, la nación dividida, sometida y explotada, sin esperanzas. Una vez más se cumplirán los tradicionales objetivos de las izquierdas, esta vez acompañados por la ambigüedad, complejos y pacatería de la oposición, apretando sin contención hasta que llegue a su punto de ruptura definitiva para, una vez más, sembrar y regar la tierra con su desprecio a la libertad y a la vida.

Solo queda por ver si, tras la rendición de la oposición y la irracionalidad habitual, zafia y represora de los pesoistas, la ciudadanía será capaz de articularse y recuperar su soberanía nacional, su estado y su dignidad, por la fuerza, como último recurso legítimo que le queda.

Que Dios nos asista cuando llegue, el que ya parece ser, el inevitable desenlace final.



Nota.-

Me disculpo con aquellos a los que increpé cuando se manifestaron contrarios a las decisiones de Mariano Rajoy.

Clandestino