jueves, enero 25, 2007

La tiranía que se nutre de la sumisión de sus víctimas

Decía el abogado del Estado, Conde Pumpido, algo así: "Será mejor que cumpla su condena en su casa, con vigilancia policial y atención médica, a que se 'fugue', o muera". Razonamientos avalados, con total naturalidad, por otro componente del mismo clan, un tal chávez, y que casualmente coincide con la línea anti legal y anti nacional del talante, que no renuncia a que los asesinos queden sobre el Estado de Derecho.

Enternecedor, ¿o amenazante? ¿Quiso decir que "fugarlo" es el plan "B", si los jueces no lo sueltan? No sería la primera vez que el Estado defiende y ampara a los asesinos de las actuaciones de los jueces, llegando su degradación hasta utilizar a la propia policía para tan despreciable "deber".

Cuando criticamos al Estado sus actuaciones antinacionales y prodelictivas, solemos hacerlo desde una perspectiva que neutraliza el valor de dichas críticas por interpretar al Estado como un Ente abstracto y lejano. Como un demonio cuyas maldades solo Dios pudiera resolver. Como si nuestro subconsciente nos justificara a nosotros mismos ante nuestra propia cobardía y conformismo en el consentimiento de ser estafados por el Estado cada minuto de cada hora de cada día.

"Premeditadamente olvidamos" que el Estado es el conjunto de órganos de gobierno por el que se rige nuestra Nación. Que lo pagamos y lo mantenemos nosostros para que nos sirva fiel y lealmente, desde la más rigurosa observación de la legalidad democrática. Que esos individuos que pasan de nosotros como de comer mierda, los elegimos única y exclusivamente para eso. Ni un solo mvimiento más, especialmente contra nosostros. Que esos individuos que se endiosan usando nuestros medios contra nosotros y se fortalecen aliándose a delincuentes y asesinos, no son un ente abstracto ni ocultos en las nebulosas del infierno. Son delincuentes. Son de carne y hueso y tienen nombres y apellidos y ocupan nuestras instituciones prostituyendo o destruyendo las garantías de nuestra convivencia. Que desde el mismo momento que desprecian a la Nación que les paga para ser servida, se deslegitiman y desde ese mismo instante esta tiene derecho y sobre todo el deber, de expulsarlos de NUESTRO Estado. Por las bravas si es menester.

¿Si arremetemos contra el pescadero cuando le pagamos una merluza y nos sirve un jurel, porqué no lo hacemos con una gente que les pagamos democracia y omitiendo la ley nos entrega odio, enfrentamiento, humillación, vejación y expolio, a la par que acoge, en nuestros aposentos, al hampa criminal?

¿Tan bajo hemos caído y tan miserables hemos llegado a ser? ¿Será verdad que hemos llegado a merecer vivir bajo el pie del enemigo?

¿Cuando va a demostrar la justicia su obligada independencia y va a interrogar al ESTADO sobre sus prácticas proterroristas y antidemocráticas, contra la Nación?

Nadie merece los políticos que tenemos en España

No hace mucho leí al Sr. Franky en VOTO EN BLANCO, algo así: “No hay nadie que merezca sufrir a los políticos que tenemos hoy en España”.

Coincido. Nadie que paga políticos merece esta morralla. Creo que es demasiado castigo para una culpa cuyo origen es la ignorancia, el interés ruín o mezquino, o el simple pasotismo que nos lleve al engaño y a la estafa de unos trileros profesionales y bien pertrechados, como ocupas del Estado. Sin olvidar que los que más sufren sus dramáticas acciones y omisiones, son precisamente los que las perciben y toman conciencia de toda su premeditada y alevosa maldad, cuya denuncia persevera con gritos al silencio de la sumisión de los que les procuran coartadas y un incuestionable soporte, legitimación y amparo, siendo los que menos se percatan de su patética condición de víctimas.

Se puede merecer las pérdidas sufridas en una estafa como la del ‘timo de la estampita’. Pero no una estafa abiertamente impuesta a perpetuidad, a toda la ciudadanía, apoyándose en una suma de minorías seleccionadas y aleccionadas para ejercer de víctimas adoctrinadas, muchos ajenos a su condición de útiles.

Sencillamente tenemos un sistema adaptado al interés de unos pocos, basado en la ignorancia de muchos, la cobardía y sumisión de bastantes y en la impotencia del resto. Un sistema donde no hay más libertad y opción que el movimiento justo para la supervivencia de hoy a cambio de asegurar el hambre de mañana. Donde las miserias humanas no son simples defectos sino las únicas herramientas permitidas para pernoctar en la fría y eterna noche del presente que niega absolutamente cualquier esperanza de luz al futuro, obligando a mendigar un hoy que niega un mañana, pero al precio de toda una eternidad.

No. Nadie puede merecer, ni desearle a nadie, unos políticos de esta calaña, patrocinados y promocionados por las mafias que los utilizan de testaferros y capataces, que garanticen las condiciones “legales” para la explotación y esquilmo de toda una Nación de ciudadanos sometidos y uncidos al yugo de la degradación mas baja y despreciable, mediante la jerarquización enfrentada de sus propias miserias, desde la ignorancia más zafia y chabacana, hasta el terrorismo más asesino y deleznable, teniendo especial cuidado de no entorpecer los chorros de riqueza que entran en sus alforjas, y de impedir que abunden motines o rebeldías como las de Villaconejos o Fago, ni expresiones salidas del subconsciente más sincero, como las del edil de Alhaurín el Grande, cuestionando el Estado de Derecho, a día de hoy sólo posibles en pequeños colectivos por la difícil subdivisión de sus diferentes debilidades, para elevarlas, de forma truculenta, a categorías de vital sustento del orgullo visceral, que los divida, enfrente e impida la racionalidad que lleve a aunarlos en objetivos comunes, contra la tiranía.

“Sin lucha no hay victorias”