Decía el abogado del Estado, Conde Pumpido, algo así: "Será mejor que cumpla su condena en su casa, con vigilancia policial y atención médica, a que se 'fugue', o muera". Razonamientos avalados, con total naturalidad, por otro componente del mismo clan, un tal chávez, y que casualmente coincide con la línea anti legal y anti nacional del talante, que no renuncia a que los asesinos queden sobre el Estado de Derecho.
Enternecedor, ¿o amenazante? ¿Quiso decir que "fugarlo" es el plan "B", si los jueces no lo sueltan? No sería la primera vez que el Estado defiende y ampara a los asesinos de las actuaciones de los jueces, llegando su degradación hasta utilizar a la propia policía para tan despreciable "deber".
Cuando criticamos al Estado sus actuaciones antinacionales y prodelictivas, solemos hacerlo desde una perspectiva que neutraliza el valor de dichas críticas por interpretar al Estado como un Ente abstracto y lejano. Como un demonio cuyas maldades solo Dios pudiera resolver. Como si nuestro subconsciente nos justificara a nosotros mismos ante nuestra propia cobardía y conformismo en el consentimiento de ser estafados por el Estado cada minuto de cada hora de cada día.
"Premeditadamente olvidamos" que el Estado es el conjunto de órganos de gobierno por el que se rige nuestra Nación. Que lo pagamos y lo mantenemos nosostros para que nos sirva fiel y lealmente, desde la más rigurosa observación de la legalidad democrática. Que esos individuos que pasan de nosotros como de comer mierda, los elegimos única y exclusivamente para eso. Ni un solo mvimiento más, especialmente contra nosostros. Que esos individuos que se endiosan usando nuestros medios contra nosotros y se fortalecen aliándose a delincuentes y asesinos, no son un ente abstracto ni ocultos en las nebulosas del infierno. Son delincuentes. Son de carne y hueso y tienen nombres y apellidos y ocupan nuestras instituciones prostituyendo o destruyendo las garantías de nuestra convivencia. Que desde el mismo momento que desprecian a la Nación que les paga para ser servida, se deslegitiman y desde ese mismo instante esta tiene derecho y sobre todo el deber, de expulsarlos de NUESTRO Estado. Por las bravas si es menester.
¿Si arremetemos contra el pescadero cuando le pagamos una merluza y nos sirve un jurel, porqué no lo hacemos con una gente que les pagamos democracia y omitiendo la ley nos entrega odio, enfrentamiento, humillación, vejación y expolio, a la par que acoge, en nuestros aposentos, al hampa criminal?
¿Tan bajo hemos caído y tan miserables hemos llegado a ser? ¿Será verdad que hemos llegado a merecer vivir bajo el pie del enemigo?
¿Cuando va a demostrar la justicia su obligada independencia y va a interrogar al ESTADO sobre sus prácticas proterroristas y antidemocráticas, contra la Nación?
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