viernes, junio 01, 2007

DE IZQUIERDAS O DE DERECHAS, EL CORRUPTO SOLO ES UN DELINCUENTE


DE IZQUIERDAS O DE DERECHAS, EL CORRUPTO SOLO ES UN DELINCUENTE


Las elecciones no han cambiado mucho el panorama general. Esto puede denotar la falta de reflexión de un ciudadano tenso, perdido y polarizado por la crispación fanatizándose con ella. Únicamente cabe destacar una mayor afloración de la visceralidad y poca contención de muchos “contendientes” vulgarizando su aspecto ético y moral hasta autodescalificarse para sus funciones de servicio y gestión que han de ser ejemplarizantes y referentes de convivencia, desde un comportamiento culto, cívico y racional, respetuoso con la ciudadanía y especialmente con él mismo, sin la más mínima posibilidad de sospecha, por falta de honradez, y además serlo y parecerlo.

Es terrible que un imputado se ufane, públicamente, de que sus apoyos en las urnas le absuelven, entendiendo que esos son sus poderes y estos le eximen de la legalidad. No menos lo es que obtenga esos apoyos o por qué medios los consigue. Pero lo peor y más horrendo de todo es que esto se pueda producir en un Estado de Derecho, por titulares de cargos públicos con la responsabilidad prioritaria de evitarlo, enrolados en partidos que gobiernan, y/o han gobernado, la nación y gestionan multitud de instituciones y que tiene la ineludible responsabilidad de vigilar y controlar el debido cumplimiento de las normas y leyes que eviten un eventual desliz delictivo y ni mucho menos permitir su generalización. Queda evidente que la actitud de algunos responsables públicos son el ejemplo vivo de la normalidad con la que se asimila o acepta el delito dentro de las propias dependencias del Estado y sirviéndose, para ello, de algunas de sus instituciones, ante la impasibilidad de los responsables de articular los mecanismos de alarma y defensa.

La solución pasa por no aceptar el delito político, desde la propia política, autoextirpándose su propio mal. Nadie más puede hacerlo. Solo ella puede asistirse así misma. Puede deslegitimar e ilegalizar a cualquier titular que se haya servido de su cargo para delinquir, por muchos votos que obtenga. No existe ninguna cantidad de votos que puedan legitimar la omisión a la ley. Sancionar, inhabilitar y estigmatizar a los que tanto dañan las instituciones, a las personas honestas que las vitalizan y al ciudadano que se ve privado de la calidad o cantidad de servicios que paga. Dejar claro y nítido cuáles son los derechos y deberes de cada cual y que todo el que ponga en riesgo los derechos de terceros, inevitablemente se las han de ver con la ley y la justicia. Especialmente si el que impide esos derechos, ostenta un cargo público. Los errores se disculpan. El delito se paga.

Sin leyes ajustadas a derecho, no puede existir el Estado de Derecho. Sin el rigor en su aplicación, desde la absoluta independencia del aparato judicial, no se puede sustentar. Si su malversación tiene su origen en sus propios garantes y custodios, entonces no hay solución si no hay firme y valiente voluntad y agallas para la autolesión que corte y cauterice la infección. Y recordar que si bien la gran mayoría es inocente, a nivel individual, no lo es ningún colectivo. Servicios internos, autocrítica y autolesión o no hay solución.