domingo, julio 20, 2008

Occidente muere en la asfixia de su podredumbre.



Su único objetivo es el enriquecimiento y el poder. El medio es la demolición del derecho ajeno. El útil es la ley criminal. El control ciudadano se consigue anulando su intelecto, dificultando el acceso al conocimiento que lo forme e ilustre cultural e intelectualmente, y facilitando su acceso a la droga, el vicio y ‘cultura basura’.



Bandas mafiosas organizadas, para el crimen, han horadado múltiples agujeros en la fragilidad que proporciona la ambigüedad democrática, para trepar a sus más altas dependencias y legislar contra sus naciones. Han ocupado los estados y criminalizado, dividido y enfrentado a sus ciudadanos sometiéndolos en su voluntad y conciencia, exponiéndolos a expolios privados y políticos, a la explotación y todo tipo de atropellos y agresiones sobre sus derechos, con total y absoluta impunidad, anulando su libre albedrío y despojándolos de su condición de ciudadanos libres. Promulgan leyes criminales para legalizar sus crímenes, impedir la justicia, destruir el derecho e imponer el adoctrinamiento o la idiotización criminal obligatoria de sus ciudadanos. Sus métodos son infalibles. Inoculados con distintos sabores, colores y métodos, los ciudadanos se autocomplacen en este suicidio masivo e irremisiblemente irreversible. Celebran su triunfo sobre la cualidad humana, mofándose de ella con su habitual sarcasmo hiriente de debatir y conceder derechos a sus ancestros simios, en esperpéntico remedo democrático, durante sesión parlamentaria.

Maldad enfermiza organizada en casta, implantado el pensamiento único, idiocia y vacuidad, como objetivo final que consolide su principal instrumento de dominio y manipulación sobre los que se han de someter por su propia voluntad. Sustituir el intelecto por consignas, hasta la total discapacidad crítica y enajenación o inconsciente renuncia, al libre albedrío. Conseguir que grandes masas abracen las causas de su propia destrucción, en la aversión y desprecio a las que podrían salvarlos. Pérdida deliberada de su libertad y autonomía personal, entregándose a la tutela dependiente de su enemigo. Demolición total de todas las causas de enriquecimiento espiritual, cultural y del conocimiento, convirtiendo el proceso en mortal para el ente libre o autónomo, en la total renuncia a la personalidad y carácter. Implantación definitiva de la esclavitud voluntaria, sin peligro de rebeliones cruentas, molestas y gravosas. La revolución ha muerto en todas sus variantes: cultural, política, social, religiosa, artística... En su lugar anulación del individuo en el autosometimiento dependiente del amo, en la conformidad de lo que este disponga y como lo disponga.



Occidente se suicida así, abandonándose en una fragilidad bobalicona cayendo al vacío de la nada, huyendo de la tradicional solidez sobria, austera y recia, en la responsabilidad de convertir a cada individuo en un pilar de sostén para las múltiples excelencias con las que nuestra civilización se convirtió en guía y referente de la humanidad. Ese Occidente se dobla y se deja caer aplastándose así mismo bajo su propio peso, renunciando al esfuerzo común que lo hizo grande, sólido, pesado e inexpugnable, como una roca. Se abandona a la holganza hedonista, en la quema de sus valores, y con ellos, las responsabilidades inherentes a los mismos, y sin las cuales el ser humano pierde su condición principal que le distingue como tal. Renunciar al distintivo que lo encumbra a la calidad de ser humano, para extinguirse y pasar a ser nada menos que basura residual de sí mismo. Los disidentes, a menudo son llevados ante sus tribunales de represión, que les aplicarán sus leyes criminales con las que serán vilipendiados y marcados igual que reses, para ser mostrados como símbolos de acoso y derribo perpetuo.



Cuanto honor, dignidad y esfuerzo en deberes cumplidos con trabajo bien hecho, a lo largo de siglos, serán sepultados por cuatro mequetrefes discapacitados políticos, inútiles delincuentes de estado, manipulados por el corporativismo galopante del anarco capitalismo. Enanos mentales arruinando el futuro de miles de millones de personas en el mundo, con un puñado de oro nutriendo el envenenado empecinamiento de su ignorancia. Siglos de sangre, luchas, trabajo y buen hacer, para mantener la honorable herencia de los que darían continuidad a sus disfrutes y desvelos, en pro del ideal de convivencia de la humanidad, pisoteados y despreciados por la desvergüenza y la inutilidad de los vividores y carroñeros cobardes, que venden y traicionan a sus naciones a cambio de un poco de parafernalia hueca, justificada con ideología, mentira e inventando la historia. Cuando la historia real sirve el plato condimentado y cocinado, Occidente lo desprecia y se entrega al saqueo de sus pueblos, debilitándolos frente a otros pueblos y o tras civilizaciones, tras poner al frente de sus estados e instituciones, a las peores camarillas de ladrones, ignorantes, asesinos, nazis y sinvergüenzas; y mientras el ejemplo europeo cunde y se extiende infectando toda Iberoamérica, EE.UU se pierde entre sus manazas ignorando su norte, en el fracaso de confundir la identidad de su poder, con el empleo rutinario de la fuerza.

Millones de años, o tal vez de siglos, cumple la humanidad sobre la faz de la tierra, para comprobar que el techo de su evolución, se reduce a sucumbir a la mezquindad ruin de un puñado de ladrones y asesinos, embusteros y avaros, cuyos escrúpulos son directamente proporcionales a su cociente. Hemos pasado de la cachiporra a la bomba atómica, sin ser capaces de conseguir la paz ni la libertad, en un desprecio repugnante, sobre todos aquellos que dieron la vida y su mejor hacer, para que encontráramos un mundo mejor que el suyo. Deshonramos su memoria abrazando nuestra desidia al becerro. Si Moisés volviera, nuevamente destruiría las Tablas de la Ley.



Maquiavelo, Napoleón, Stalin, Mao o Hitler se retorcerían de envidia, comprobando lo fácil y rentable que resulta someter y explotar a pueblos enteros, con su propia colaboración activa y encima pagando la estafa democrática, haciéndoles creer que son libres. De igual forma Spinoza, Montesquieu, Rousseau, Tocqueville, Paine o Jefferson y todos los que dejaron su piel en pro de sus doctrinas de paz, libertad y convivencia, se retorcerían de dolor viendo la traición, no a sus proyectos y avances, sino a la propia especie humana, por hienas mutantes caminando sobre dos patas. Pero lo que duele, lo que más duele, es que consigan el apoyo de grandes masas de víctimas, con un discurso idiota para idiotas. Donde la mentira y el insulto a la inteligencia, destaca sobre cualquier otro concepto o contenido.


Clandestino