miércoles, junio 08, 2005

EUROPA. AVANZAR O EL PROYECTO MUERE AQUÍ

La economía y la política es inevitable en cualquier tipo de régimen o gobierno. En el caso de unir a todos los pueblos de Europa en uno solo, creo que no es posible si no se parte de una base democrática y social sólida, transparente e incorruptible que genere las condiciones de igualdad y confianza que encaje a los pueblos unos con otros por su propio "peso". Sin roces ni fricciones. La economía debe dejar de ser la base de la política para pasar a ser un aspecto muy importante pero solo si hay una buena política que le dé el uso adecuado de forma adecuada. La economía debe dejar de imponer la política para supeditarse a ella.

Evidentemente el liderazgo debe ejercerlo el pueblo europeo, en su conjunto, implicado y participando directamente en la política común.

Los partidos y los políticos no PUEDEN ceder o disponer alegremente del poder. El poder es del pueblo. Solo este puede compartirlo con otros pueblos o excluirse. El poder no es de Francia ni de Alemania ni de Grecia... Es única y exclusivamente del conjunto ciudadano de los países que componen la Unión. Los políticos elegidos por esa ciudadanía se les exigirá el deber de defender los intereses de todos por igual sin distinción de nacionalidad.

Cualquier unión internacional, europea o africana, estará condenada al fracaso si solo es política. El éxito de la Unión solo es posible si la efectúa el pueblo por convicción y propia voluntad. Napoleón lo intentó por la fuerza y fracasó. Ahora el proyecto político y económico iniciado en Roma tuvo su tiempo de aplicación justo y necesario, pero ya está obsoleto. Hay que dar pasos hacia adelante o el proyecto muere aquí. La población evoluciona y le política se aferra a sus viejos días dorados. Necesariamente cualquier movimiento de cualquier ficha pasa por la democracia participativa y una política social y de justicia real y sólida controlada por la sociedad civil directamente.

Él futuro de la Unión está en un impás que exige habilidad y agilidad. Los políticos no se percatan de las demandas ciudadanas y siguen atajando por las viejas y arriesgadas rutas del menosprecio masivo. Dan vueltas al melón evitando devolver el poder a sus dueños y pedir perdón. De entre todas las soluciones posibles, que barajan, ninguna contempla rehacer el tratado y convertirlo en una constitución avanzada, para una ciudadanía culta y civilizada, que de una vez por todas garantice la convivencia desde el absoluto respeto al derecho y a la justicia. El apoltronamiento recalcitrante puede ser el fin de un gran sueño posible.

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