Mucho ha llovido desde que Corebos de Elis ciñera la corona de olivo sagrado, como ganador de los 192,27 metros, corridos en honor de Zeus.
Mucho ha cambiado el deporte y su propio concepto. Quedaron atrás las luchas a muerte o el boxeo sin reglas. Seis eran los deportes que iniciaron los juegos allá por el 776 a.C., amenizados con una séptima competición musical.
Recuperadas, las olimpiadas, por el francés Pierre de Fredy, Barón de Coubertain, tras su prohibición por el emperador romano Teodosio I en el 393 d.C., consiguiendo su nueva andadura en Atenas 1896, estas han simbolizado la paz, han labrado y canalizado la fuerza, la astucia y la habilidad, y han hermanado a individuos y pueblos, inculcando valores y posibilidades de llenar vacíos que en muchos casos sustituyeron a la guerra o al pillaje.
Desgraciadamente no han podido eludir el entramado mediático de intereses y ansias de protagonismo político. Hay algún riesgo de que pase de representar los valores mas positivos de la humanidad, a ser un útil de sus miserias. La política avanza como un rodillo imparable aplastando todo lo que se interpone en su camino. La Olimpiada ha sido colocada en su red vial. Los deportistas y sus equipos de profesionales, auténticos y únicos protagonistas, son relegados a un lugar secundario. A los aficionados se les ofrece este patético y lamentable espectáculo en el que, oficialmente, el deporte no significa nada. En el que la política se va adueñando y va contaminando los pocos espacios lúdicos para el relax o el placer, que nos quedan. Los miembros del COI, no realizan una labor relajada que les dé concentración para el rigor y objetividad de sus informes y decisiones. Estos se las tienen que ver con las presiones de grandes poderes globalizados en pirámide. Como en los mejores tiempos del feudalismo. Como en los tiempos en que las olimpiadas no pudieron SER.
Hoy hemos podido ver la imagen política, mas repetida en los últimos años. Hemos podido observar como se realizan unas votaciones donde se le da la victoria a un perdedor, para que pierda el ganador. Olvidando, como siempre en política, que detrás de ellos hay pueblos que verán como otros disfrutan de sus bien ganadas y merecidas viandas.
Las malas lenguas hablan de apaños, pactos y otros trucos. Seguro que no estaban los deportistas ni los contribuyentes, en esos posibles tejes manejes tan apetitosos para los “servidores” de sus vientres, que no públicos. Por lo que a los ganadores que han perdido solo les valdrían para hacer mas amarga su derrota oficial clavada a traición sobre su limpia y merecida victoria.
Puede ser justa la victoria de Blair sobre Chirac. Particularmente creo que una derrota a medias habría sido justicia.
Que gane Londres y pierda París, particularmente, pienso que no es de recibo. Podría meter algún otro candidato más entre Paris y Londres, pero está muy mal visto esto de parecer patriota.
La bestia muerde y como los pitchbull, no soltará el mordisco. Pero en esta ocasión la presa es bastante fuerte, sólida y goza de un buen estado de forma. Independientemente del país en el que se celebren, estos grandes eventos deportivos, seguirán siendo gloria e ilusión para los actores y disfrute y admiración para sus seguidores. Cabe la esperanza de que la bestia se tenga que conformar con el uso interesado de la imagen, disputándosela entre sí. La olimpiada estará segura, y por encima de los depredadores, mientras los mantengan alejados de los alrededores de las pistas, de los jueces, de los cronómetros...Estén en el país que estén.
De lo contrario veo a algún nuevo Pierre de Fredy intentando restaurar, ignorando a los políticos, juegos también panhelénicos, como los Píticos o Délficos, Itsmicos o los Nemeos. Así habría unos juegos anuales y habría menos afán de protagonismo político, con lo que podrían recuperar frescura y buena salud para bien del deporte y de la humanidad.
Salud a todos y ánimos a los deportistas.
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