Nuevamente nos golpea la crueldad inhumana del terror. En Londres, como en NY, Estambul, Iraq, Madrid, Rusia o Chechenia y tantos otros, el terror se manifiesta en su formato de cobardía cruel y sanguinaria que los caracteriza. Una vez mas es la ciudadanía de a pié, su víctima seleccionada. Por fácil, por indefensa, por tolerante y solidaria, se ajusta a la condición de alimaña traidora, asesina y cobarde que configura, desde un aspecto de humano, al terrorista.
Blair lo definió y expresó perfectamente. Con rabia y algo desencajado pero con firmeza utilizó la palabra terrorismo para definir la acción de destrucción y muerte en el metro y autobús de Londres. Tras Él con rostro serio y grave, le oía atentamente George Bush y varios presidentes y personalidades de otros países.
Me preguntaba yo, si Blair y Bush, tenían claro el concepto de terrorismo, desde la evidencia de destruir vidas inocentes mediante la implantación del terror por la violencia desmedida y sin oposición. ¿Que sienten estos dos individuos cuando sus bombas inteligentes, con cargas prohibidas, siegan vidas, por miles, de ciudadanos indefensos mientras duermen o cumplen sus quehaceres rutinarios de cada día? ¿Cuando sus soldados los asesinan en sus festejos o controles de carreteras? ¿O los torturan en sus cárceles?
Es simple. Son acusados de terroristas y ametrallados, sin piedad, in situ. Mujeres, niños, ancianos, jóvenes, resistentes o no. ¿No son personas humanas los ciudadanos inocentes de Iraq o Afganistan, como los de NY, Madrid o Londres?
El derecho a legítima defensa, calificado de terrorismo. Les acusan gente que empleó el terror, la destrucción y asesinatos en masa, amparados en mentiras tras mentiras, para justificar el horror de una carnicería sin fin, y el pillaje de una actitud históricamente pirata.
Si. El pueblo de Londres fue víctima del mas despreciable terrorismo. Igual que todas las víctimas de esos miserables.
Blair y Bush deben saber qué es terrorismo y no identificarse con las víctimas de Londres, NY o Madrid, sino con los que pusieron las bombas. Si hacen lo mismo, no veo la razón para considerarlos, o permitir que se consideren, diferentes.
No hay terrorismos buenos y terrorismos malos. Todos los terrorismos y todos los terroristas son, todos y siempre, igual de malos, por lo que no se puede, o no se debe frivolizar con su tratamiento y definición que debe ser lo mas escueta y exacta posible, sin ambigüedades ni exclusiones. Cualquiera debe poder señalar al terrorista por lo que hace y como lo hace.
Yo me quedo con la definición nº 1 del diccionario de la Real Academia Española: “Dominación por el terror”.
Inteligible, claro, escueto y sencillo.
“Cualquier acto, además de los ya especificados en los convenios y convenciones vigentes sobre determinados aspectos del terrorismo, los Convenios de Ginebra y la Resolución 1566 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, destinado a causar la muerte o lesiones corporales graves a un civil o a un no combatiente, cuando el propósito de dicho acto, por su naturaleza o contexto, sea intimidar a una población u obligar a un gobierno o a una organización internacional a realizar una acción o abstenerse de hacerla.”
Informe final del Grupo de expertos de Alto Nivel sobre las Amenazas, los Desafíos y los Cambios, nombrado por el Secretario General de Naciones Unidas (1 de diciembre de 2004)
“...u obligar a un gobierno o a una organización internacional a realizar una acción o abstenerse de hacerla.”
Me resulta bastante patético, corporativo y hasta “salvaculos”, la denominación que pretenden hacer los viejos sabios del panteón de la política para dar categoría de terrorista a todo aquel que ejerza el derecho a legítima defensa contra los terrorismos de estado, que si bien nadie los denuncia haberlos haylos y bastante, por desgracia.
Esta pandilla de caballeretes denominados Grupo de Expertos de Alto nivel etc. etc. bajo los auspicios de La ONU, y nombrados por su Secretario General Kofi Annan, tras largas, laboriosas y agotadoras jornadas de encuentros, conferencias y, supongo que, abundantes dosis de tranquilizantes de conciencia, concluyen una definición del terrorismo que, además de ser ininteligible al apelar a los convenios, resoluciones y convenciones, matiza y especifica daños concretos, con lo que vincula el terror exclusivamente al daño físico, y afirman su calidad de terrorismo cuando se realizan con el fin de imponer actuaciones u objetivos, a gobiernos u organizaciones internacionales.
Cuelan la impunidad de las actuaciones terroristas desde los estados y sus organizaciones mercenarias internacionales que los apoyan, mediante el asesinato indiscriminado, calificando de terroristas a los que decidan defenderse de ellos. Convierten en terroristas a millones de oprimidos por las “democracias”, boyantes, especuladoras, negreras, oportunistas o terroristas, si en un último y desesperado esfuerzo intentan salvar la dignidad. La insurgencia ha muerto. En su lugar sometimiento o colgado por terrorista.
La historia nos ha dado centenares, o miles, de pandilleros encumbrados en las mas altas poltronas, que han tomado el pelo a sus conciudadanos de forma mas o menos sibilina, astuta y taimada, pero respetando y considerando su inteligencia. Solo unos pocos tarugos y ceporros los dominó, tiranizó y los llamó tontos de forma tan poco inteligente. Solo aquellos que se sienten tan trogloditamente poderosos dejan evidencia de sus carencias intelectuales imponiendo la razón de la fuerza para arrollar y degradar la fuerza de la razón.
Fuerza contra razón. Terror contra derecho. Muerte contra justicia. Guerra contra libertad.
Rasgarse las vestiduras, en público, cuando alguien lo imita.
Los mercenarios y aplaudidores se venden y alquilan a buenos precios y al mejor postor.
Para estar como estamos quizás sería mejor volvernos locos...los demás también.
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