Treinta años adoctrinando a sus generaciones, con afán y ahínco casi fanáticos, contra el "mal absoluto" representado por la figura de Franco, hasta convertir en delito su recuerdo, su imagen, algunas de sus enseñas o expresiones. En tabú su propio nombre. Treinta años enseñando a odiar sin enseñar su historia y la verdadera circunstancia que provocaron de los hechos.
La verdad del mal, que lo hubo y mucho, la verdad del bien, que también lo hubo, y la verdad de lo inevitable, que seguramente fue lo que más abundó. Las encuestas de hoy dan un mayor rechazo a Franco en la gente que no lo conoció que en los que vivieron su "absoluta maldad", aunque en un porcentaje bajo, como resultado de mentir para trepar y evitar referentes que evidencien a la carroña de los que son mil veces peor que él.
El tiempo circula atravesando la vida de unos y otros, imprimiendo su historia en la fragilidad del polvo y en la dureza de las piedras. Uno cubrirá al otro en la mentira o en la solera de la verdad. La otra hará imperturbable la certeza de la realidad. A mas o menos tardar esta emergerá humillando y defenestrando a la mentira y desnudando a sus portadores.
La vida discurre por ese tiempo como soporte y cesto de sus cosechas. Antes o después se mostrará como balanza cuyo fiel se inclinará hacia los que mayor cosecha aporten. No pesarán las mentiras, el poder, el fraude ni las triquiñuelas del lenguaje.
De momento, ha sido necesario una corta parte del tiempo para demostrar, muy claramente, que al morir Franco deja a España en una situación que hoy ni soñamos con poder recuperar.
En libertad (muy perseguido solo el libertinaje y la política); en derechos (muy perseguidos a los que usaban la ley para venganzas o mordidas); en la convivencia solidaria y en armonía (había pocas leyes y casi ninguna denuncia entre ciudadanos, la alta carga ética y moral era perfectamente administrada por un sensato y maduro libre albedrío); en poder adquisitivo (garantizado mediante subvenciones a artículos de primera necesidad. Muy caros productos de importación, gravados para protección del mercado catalán y vasco); estabilidad; seguridad, (casi nadie cerraba sus puertas aunque no estuvieran en casa); proteccionismo y fomento del trabajo y de la clase trabajadora (obligatorio no obstaculizar la labor a un trabajador); empleo abundante (ni existía el INEM, ni había desempleo), derecho laboral y garantías del derecho laboral (al contrario que ahora, había sindicato, vertical pero muy temido por la patronal); los trabajadores NO PAGABAN IMPUESTOS (el cien por cien de sus ingresos, nóminas y chapuzas, les pertenecía plenamente); el Estado, muy austero al no haber corrupción ni inflación, todo el mundo se tenía que ganar la vida mediante su trabajo, se mantenía con el 4,5% de I.T.E, (Impuesto sobre el Tráfico de Empresas) y algunos impuestos de lujo o sobre el alcohol, sobre todo a importados; vivienda (tanto compra, libre o protegida, como alquiler, bastante asequible, unos ocho años con un sueldo en familia media con nivel digno y sin privaciones); la vivienda era inembargable; no se podía cortar el suministro de luz, agua o carbón por impago; inflación cero; delincuencia cero, (poco más que unos carteristas en metros, trenes o autobuses, entre algunas estafas importantes y sonadas de última hora: Matesa o Redondela); enseñanza pública gratuita y conciertos subvencionados, en la privada, alumnos becados y numerosas escuelas de FP por todas las capitales y grandes ciudades; una larga lista de capital extranjero esperando el O.K. para invertir en España, dadas las garantías y la rentabilidad de las inversiones. Construyó pantanos. Implantó la seguridad social. España era respetada e intocable por todos los países, cercanos o lejanos. Algunos países europeos se echaban las manos a la cabeza cuando insistió en entrar a la CEE. Luego entendí porqué.
Podríamos estar un día enumerando aspectos positivos para el ciudadano. Insisto que al final de su gobierno.
El déficit del Estado al morir Franco era de setecientos millones de pesetas.
Antes, durante y tras el conflicto civil, Franco sería y haría lo que fuera. Pero exijo, como gran estafado, que me devuelvan mi condición de ciudadano y el Estado como lo dejó Franco, al morir, y que lo han defenestrado y robado, convirtiéndome en un súbdito, y a España en un antro de corrupción en manos del feudalismo ladrón y fascista que nos desprecia y expolia tan por encima de las posibilidades humanas que lo prolongan hasta generaciones aún por nacer.
Si alguien mejora la situación que disfrutábamos en España a primeros de los setenta, volveré a ser anti franquista, si me lo piden. Ahora exijo la justicia y los derechos democráticos que estoy pagando, o aquel franquismo.
Clandestino
jueves 27 Julio 2006
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