El drástico y dramático cambio de papeles, donde la delincuencia tribal, primitiva, fanática y vulgar, ocupa el Estado y suplanta a la ley que soporta a la justicia y que a su vez garantiza la convivencia pacífica y solidaria, en la igualdad, degrada a sus promotores y beneficiarios al nivel de las bestias y alimañas, sumiendo al pueblo en la confusión de un relativismo asentado en la necesaria abolición o erradicación de valores y principios que propicie la podredumbre suficiente para garantizar la estabilidad y solidez de su hábitat. Así democracia, familia, patriotismo, trabajo u honradez son ridiculizados, discriminados y estigmatizados junto a sus usuarios y afectos que a su vez serán los más perseguidos, señalados o marcados, para el expolio que pagará las corruptelas y fanatismos que promuevan las divisiones y enfrentamientos en abundancia y agresividad suficientes para garantizar el desplome total de una unidad nacional que pueda poner en peligro el éxito de su barbarismo lucrativo, al que denominan ‘progreso y modernidad’. El premeditado embrutecimiento y vacío intelectual de grandes masas sociales -mediante programas de enseñanza y adoctrinamientos directos o subliminales, que convierten en dúctiles y maleables el carácter de millones de personas paridas libres e inteligentes- se suma la mentira, manipulación, avaricia e intransigencia de grupos nazis, criminales o mercaderes de votos, cuyas demandas son satisfechas mediante la legalización del expolio, fraccionamiento nacional y discriminación sectaria y esquilmo contra aquellos que se aferran a la legalidad democrática y a la dignidad sustentada en sus valores y principios, situando la suma de todos ellos en un número de votos, superior al de expoliados y amantes de la legalidad, de tal forma que les permite continuar manejando el Estado, contra la Nación, bajo una bananera apariencia “democrática”.
‘Cada pueblo tiene lo que se merece’, afirman algunos. Nadie merece esta peste. Ni los que los votan, ni los que se benefician, ni los que sufren privaciones por mor de la esclavitud que los mantiene en la opulencia. Nadie merece la humillación de ser agredido en su derecho y en su dignidad. De ser privados del derecho a la dignidad de su autosuficiencia, mediante el abusivo despojo de sus logros, invitándole o imponiéndole la cómoda y segura, pero humillante, dependencia. Nadie merece ser satisfecho en sus miserias y estupidez. Nadie merece malversar el poder soberano de una Nación mediante una apariencia democrática representada por actores muy bien pagados para destruir no interviniendo. Ninguna nación merece quedar a merced del bandolerismo y el crimen organizado mientras es obligada a pagar una gestión honrada, legal, útil y democrática. Ninguna nación merece ser despojada de su soberanía en el desamparo del Estado que paga para su garantía pero que ampara y acoge a criminales. No merece una oposición que no vele porque el gobierno cumpla sus obligaciones, desde la legalidad, denunciando los numerosos artículos violados o incumplidos, de La Carta Magna, o plantando cara contra el abuso cobarde del gobierno, o sus compinches, contra los más debilitados. La Nación española la quiere y lo paga, pero NO recibe su democracia. Pero SÍ es estafada y maltratada por los ocupas de su Estado que SÍ se la cobran. No solo no recibe la mercancía que paga, sino que además es vejada, humillada, despreciada, esquilmada. Es estafada con la desfachatez y prepotencia típica de los fascistas y traidores que ocupan sus instituciones.
Bajo esta perspectiva, el Sr. Rajoy pretende ser el nuevo jefe de gobierno de España. Hay una gran distancia entre la natural condición de respetabilidad social y lealtad a la Nación y a su legalidad y la de mentiroso y manipulador del traidor cuyo cúmulo de aspectos que le caracterizan el que más destaca es su absoluta carencia de intelecto revuelta con la de falta de escrúpulos, permitiéndose mentir, discriminar, estafar o traicionar a España con la misma facilidad y sangre fría con la que da amparo y protección a un multiasesino llamándolo hombre de paz, o poner el futuro económico, político y social de los españoles, en manos de sus socios nazis. Pero a pesar de todo eso, el Sr. Rajoy no podrá vencer al traidor así sin más. Somos muchos los que no queremos esa victoria. El elector ha votado demasiadas veces, perdiendo para que pierda el ocupa de turno. Creo que es hora de exigir al aspirante que merezca su victoria. Que implante la democracia que llevamos pagando y esperando treinta años. Que pase por la “quilla” de la justicia, mediante el rigor de la legalidad democrática, a los traidores que tanto daño han infringido a la Nación, gran parte de él irreversible. Que fortalezca al Estado con poder para amparar y defender a los millones de de sus contribuyentes atrapados o sometidos, a día de hoy, a merced de la legalidad criminal y de los sicarios de caudillos nazis y fascistas nacionalistas, autonómicos y municipales. Que el ciudadano tenga garantías de recibir los servicios que paga con la debida calidad, abundancia y puntualidad. Que cualquier omisión premeditada o atentado al derecho o dignidad del ciudadano, por parte de cualquier servidor público sea inmediata y severamente castigada. Que se aplique la ley de partidos e inhabilite de por vida a dirigentes y funcionarios implicados en tramas de corrupción, omisión o de alta traición a la Nación. Que limpie el Estado de sinvergüenzas y vividores enquistados en él durante treinta años. Que el Estado tenga un jefe que ejerza de tal, con sus deberes y poderes para ello. Que queden totalmente excluidos y desconectados de él todo los que no sirvan para nada. Que solo coman los que se lo ganen desde la honradez de su esfuerzo personal, dignificando a los que, de forma clara y demostrable, no sean autosuficientes, como únicos subvencionados de la Nación, evitando que los impuestos sirvan para perpetuar en el Estado a sus enemigos. Que la ley solo sirva al Derecho y a la Justicia y que esta suplante a todo aquello que bajo la denominación de “política social” justifica a organizaciones para el desfalco y el pillaje, mediante subvención, contra el Estado y desde el Estado. Que empiece dando ejemplo y elimine de sus filas a caudillos fascistas y anti-obreros como ese que rige Madrid, y que nada tiene que envidiar al 'traidor', previa devolución de todo lo esquilmado.
No quiero nada del Estado. No quiero que me regale nada. Exijo, para mí y para toda la Nación, los servicios, amparo y garantías que pagamos o que nos pertenecen por derecho natural. No quiero que expolien a nadie para mí. No quiero ser expoliado para nadie. No puedo reconocer la legitimidad de un Estado que se organiza contra partes del pueblo que lo crea y mantiene para regirse con todas las garantías democráticas y se rebela contra el mismo violando y traicionando la Constitución sobre la que se sustenta, y agrediendo derechos de la ciudadanía a la que se debe. No puedo reconocer la legitimidad de un Estado que actúa como enemigo represor del pueblo pero que promueve, acoge y ampara a sus enemigos, poniendo en grave riesgo la seguridad nacional, sin activar ni un solo mecanismo de autodefensa y protección del conjunto nacional. No reconozco la legitimidad de un Estado que lejos de servirme me somete, humilla y veja violando mis derechos y mi dignidad. No puedo reconocer legitimidad a un Estado que desprecia el poder de la razón, del derecho democrático y de la justicia, para someterme por el único poder de la fuerza.
El Sr. Rajoy tendrá que luchar, vencer y convencer. Tendrá que luchar por los mismos objetivos democráticos que el pueblo y junto al pueblo, desde la paradoja de tener que hacerlo contra otra parte de ese mismo pueblo comprado o engañado o comprador y engañador. No tendrá más remedio que hacerlo desde la verdad. Esa es la única arma que le dará alguna posibilidad de victoria. Tendrá que olvidarse de continuar representando la farsa democrática e informar al pueblo del engaño y de la estafa a la que ha sido sometido durante treinta años de corrupción, fascismo y expolio. No ganará esperando a retirar el cadáver de su enemigo para ocupar su lugar y que todo siga como estaba. Eso no le servirá a nadie para nada. Nadie podrá gobernar España democráticamente sobre la montaña de leyes delictivas, contra su Constitución y contra el derecho, de su pueblo, acumuladas desde que el dictador dejara un régimen totalitariamente limpio y despejado, idealmente abonado para haber implantado una excelente democracia en él, si alguien hubiera querido hacerlo. Cualquier victoria de cualquier organización política que no pase por la democracia del pueblo, será una nueva derrota para el estafado y sometido ciudadano.
Si, como parece, no está dispuesto a hacerlo, mejor que lo deje estar. Es mejor que el traidor y sus compinches acaben de una vez con todo, según lo tienen planeado, que dar falsas esperanzas prolongando la agonía a un pueblo tantas veces y tan gravemente estafado y sacrificado, ante la impasible, cobarde y lucrativa omisión de absolutamente todos los responsables de las distintas instituciones, entre cuya responsabilidades están, como prioritaria, las de impedir el uso delictivo del Estado contra la democracia, la seguridad y la unidad nacional.
Clandestino
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