Cuando en 1978, mediante referéndum nacional, se aprobó por abrumadora mayoría en toda España, la Constitución de lo que se suponía sería nuestra democracia, ni un solo español, de ninguna condición, clase o tendencia, pudo suponer, ni remotamente, que algún día Franco pudiera ser recordado ni por sus más allegados y mucho menos que pudiera llegar a ser protagonista del encumbramiento de toda la morralla nacional, a su costa, después de que han trepado durante décadas con el solo mérito de succionar los tuétanos de su cadáver. Nadie daba un duro por la memoria de un régimen autoritario y represor. Y así fue durante casi treinta años. Treinta largos años durante los que se fraguó, aplicó y consolidó la mayor estafa criminal que jamás ningún tirano, dictador, o absolutista, se haya atrevido a imponer a ningún pueblo. Treinta largos años que empezaron con el gran proyecto ilusionante de la tan ansiada y merecida democracia, pasando en unos años al desconcierto, seguido de otros de desesperanza para acabar en la confirmación de la gran encerrona que los enemigos de la honradez, del derecho y de las libertades, fueron trabajándose día a día bajo el disfraz de demócratas. Hasta tal punto que nuevamente vuelve a surgir, de forma clara y nítida, el recuerdo del régimen del dictador como opción menos mala de entre todos los grandes males que nos asolan y acechan actualmente. El convencimiento claro y evidente de que la estafa democrática es mucho más vejatoria, mas represiva y más humillante que aquel régimen que el viejo dictador nos legó al morir. Hasta tal punto es así que la variopinta pléyade de traidores, tiranos, radicales, insolidarios, vividores, mentirosos, vagos, ineptos, bobos, corruptos y fueras de la ley, de diversa procedencia y pelaje que se aposentan en el Estado y sus aledaños, han optado -a la desesperada y de forma atípica- por prohibirlo, antes de volver a vivir la bochornosa realidad de volver a ser derrotados por el cadáver de aquel que ya lo hiciera en vida y esta vez sin cunetas ni muertos que cargarle.
Lo absurdo de esta medida deja al descubierto el miedo a la comparación sabiendo que pierden en ella. Una medida solo justificada en la absoluta chapuza antidemocrática, antiespañola orientada vivir del mangoneo y de la ‘explotación del hombre por el hombre’ que tantas revoluciones y tantos millones de muertos produjo a lo largo de miles de años, para que cuatro pandilleros de baja ralea, se meen, agredan, descalifiquen y amenacen a todos aquellos que murieron, a todos aquellos que están muriendo y a todos aquellos que viven bajo la amenaza de muerte y de la extorsión. A todos aquellos que eligen la honestidad como base de sus valores y principios.
Esos que poseen el Estado e impiden un gobierno democrático, legislan contra el derecho y contra la justicia, impiden la dignidad, someten, reprimen, expolian y ahora también prohíben los referentes que los delatan como lo que son y evitando el acoso de la sombra asfixiante que lleva la amenaza de su más poderoso rival, incluso tras treinta años de cadáver al que tanto deben, ya que parapetados tras él han podido urdir su gran fechoría sin que nadie sospechara hasta ser demasiado tarde. Gente de poco valor y ninguna validez, que sin Franco y el inagotable recurso de restregar constantemente su maldad, siendo peor, no serían mas que vulgar carne callejera o de mazmorra. Si Franco no hubiera existido se lo habrían inventado, para poder justificar la enejenación masiva de los derechos ciudadanos para sus intereses de partidos, de amiguetes y adeptos.
Ahora respiran tranquilos tras estas maniobras que le permiten seguir sobreviviendo en la mentira a su costa. El tiempo los pondrá en su lugar. De momento disfrutan la prórroga de su estafa. De momento, si Vd. decide ejercer su derecho a manifestarse haciendo ostentación de sus símbolos favoritos podrá ondear una bandera comunista, republicana, vasca, catalana, china, cubana, boliviana, venezolana, birmana, iraní, siria, saudí, yemení o cualquier otra que le venga en gana, sea nacional o extranjera -aunque represente horror de la aniquilación de millones de inocentes, el acoso, la amenaza, la extorsión, la agresión, la explotación, el expolio o la tiranía y el miedo del terror sobre sus pueblos- mientras no sea la española post constitucional en la que figure el hermoso, regio y llamativo águila de San Juan, que durante siglos fue protagonista de nuestra historia como nación, figurando en banderas, escudos, pabellones y pendones de reinos, reyes y nobles españoles. Podrá mostrar o lucir la hoz y el martillo, el capullo de la rosa empuñada o el anagrama de la serpiente de la banda de asesinos vascos, que también tienen sus vividurías dentro de este Estado ‘democrático’. Podrá hacer ostentación de imaginería porno-bíblica o todo tipo de escenas vomitivas relativas a la promiscuidad homosexual. Pero tendrá prohibido mostrar, instalar o lucir en público, esa bandera que durante los tres primeros años de la ‘estafa democrática’, tras la aprobación de la ignorada y omitida Constitución, ondeó en todos los mástiles de todos los centros oficiales españoles, nacionales y extranjeros. Esa bandera ha sido prohibida, por los ‘sabios’ promotores del adoctrinamiento -para cultivar la ignorancia y el fanático embrutecimiento de la ciudadanía- que han descubierto que es de Franco y no de los españoles. Al cabo de más de cinco siglos este ‘gobierno’, sus aliados nazis y su amplia red de vividurías perimetrales, la prohíben por ser un símbolo franquista.
Solo la estupidez y el miedo de la cobardía y la sinrazón puede prohibir a un dictador muerto y homenajear a un carrillo vivo. Legitimar a una banda de asesinos, mientras desprecian y acosan a sus víctimas. Prohibir una bandera legal haciendo ostentación ilimitada de símbolos del crimen, la extorsión y de la agresión a la humanidad, a la civilización, a la convivencia y a todos aquellos aspectos que la puedan hacer posible. Y se creen mejor que Franco.
Me pregunto si este dechado de ‘sabiduría y bondad’, prohibirá y derogará toda la actividad política, legislativa y judicial -incluida la propia Constitución- de los años 78 al 81, en los que nuestra bandera lucía la famosa águila “de Franco”. Lo que convierte al Águila de San Juan en un símbolo tanto franquista como ‘democrático’, por tanto legal y legítimo y en una democracia eso no se pueden prohibir ni ilegalizar. Solo deberían ilegalizarse o condenarse actos consumados. Si alguna vez tenemos democracia podremos comprobarlo derogando las leyes políticas inconstitucionales del caudillo z, entre otras muchas, y formando culturalmente a la nación para que usando su racionalidad y ejerciendo su libre albedrío puedan líbremente desechar todo lo que no sea bueno para ellos y para la convivencia, sin que ningún caudillo tenga que prohibir las banderitas y las manías de otros caudillos. En una democracia sobran todos los caudillos. Los vivos se encarcelan de por vida y los muertos sencillamente se les olvida e ignora. En una democracia no caben caudillos tiranos como Franco y mucho menos caudillos rastreros, ramplones y traidores, como sus rivales actuales.
Clandestino
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