¡Cuento infantil o pederastia?
Mi tio Pete viene de vez en cuando. […] Una noche cuando estaba arropándome, empezó a tocarme mis partes privadas. Durante tiempo, el me enseñaba a tocarme y jugar con ellas. Me sentía extraño, asustado y algo bien también. Me dijo que estaba bien, que significaba que me quería. Esto fue así durante varios meses. Me dijo "Este es nuestro secreto especial".
Aquí dejo una dirección, sin enlazar, para los que deseen ver cómics recomendados como lectura para escolares, por el Ministerio de Educación. Se advierte que son imágenes y lecturas porno, incluyendo zoofilia.
http://www.libertaddigital.com/index.php?action=desanoti&cpn=1276306157
Para muchos rechazar esto es homofobia. Hay que recordar que la homofobia está tipificada como delito, aunque se tache de tal con bastante frecuencia y ligereza.
Conscientes del éxito obtenido en los resultados de sus variados y eficaces planes de analfabetismo, ahora se gustan culebreando ufanos y satisfechos de obtener sus cosechas, escondiendo sus mentiras y delitos traspasando las lindes con las que las palabras delimitan el sentido y la aplicación de su significado. Así se extralimitan en un desproporcionado ejercicio de regulación y garantías del derecho, provocando un natural rechazo que permita acusar de homófobos a todo aquel que no ceda a sus exigencias, aunque la homofobia tenga su frontera muy distante de sus intereses. Lo repiten como loros arengados por los “tensores” de los mal nacidos que emplean la violencia verbal en una dramática advertencia de que “España o suya o de nadie”, aunque sea a costa de la degeneración social y de la destrucción de valores que nos diferencian de las alimañas. De esta forma consiguen adeptos fanatizados que les hagan el trabajo sucio de demolición sobre una oposición más ajustada a la legalidad.
La vaciedad intelectual les permite asilar la legitimación de su sinrazón, arrogándose el derecho a irrogar el de los demás. Adoctrinan la ignorancia pacata y ruin, marcando sus sendas de deseos y pasiones hasta desembocarlos en extremos de fanatismo salvaje, degradante e inhumano, que los reducen a un salvajismo extremo cuando le señalan a los que defienden sus propios derechos, bajo el amparo de la legalidad, como responsables de obstruir o impedir la culminación de sus inculcadas metas ilegítimas, para que sean engullidas como sus enemigos mortales. Se les permite traspasar los límites de la razón y de la ley de todos, solo para justificar sus perfidias en cumplimiento de las demandas de la “voluntad popular”.
Los homosexuales tienen los derechos que tienen. Ni uno más, ni uno menos. Imponer su exhibicionismo, promiscuidad y guarradas pornos, en las vías públicas, en los colegios o programación infantil, no es ningún derecho. Negárselo no es homofobia, sino justicia. Igualmente con la denominación de matrimonio o la adopción. Respeto a cualquier señor, homosexual o no, y me repugnan los provocadores que perturban los espacios comunes y los derechos y sentimientos de los demás, con sus porquerías y exigencias, homosexuales o no. No soy homófobo, por rechazar a la morralla y a los ventajistas, aunque sean homosexuales.
Respeto los derechos civiles del homosexual respetable y respetuoso, como los de cualquier otro ciudadano. El día que se le nieguen esos derechos estaré a su lado para defenderlos con ellos. Junto a ellos. Pero no soy como ellos. No quiero ser como ellos y exijo mi derecho a no ser como ellos, sin que nadie me tache de homófobo. Soy heterosexual, diferente al homosexual, y quiero que se reconozca la diferencia entre el homo y el hetero, respetando nuestro derecho milenario al matrimonio, a la familia y a los hijos. No les reconozco ese derecho que me pertenece. Que se les regule su unión como quieran y con los derechos que les corresponda, pero los míos solo son míos y no los comparto ni con homosexuales, ni con nadie que yo no quiera. Ellos exigen su derecho a ser diferentes y nosotros también tenemos ese mismo derecho. Nadie tiene derecho a invadir derechos de nadie para consolidar los suyos.
Los hijos nacen de hombre y mujer. Nadie tiene derechos a asumir las responsabilidades inherentes a la familia más que los heterosexuales, como únicos dotados por la naturaleza, para garantizar la continuidad de la especie. Ninguna forma de unión social o carnal, que no sea hombre y mujer pueden ostentar la titularidad familiar ni la responsabilidad de los hijos, propios o adoptivos, como derecho natural y por extensión, legal. Lo diga la Iglesia o no.
Conceder el estatus de familia, matrimonio o la adopción a uniones homosexuales, es una invasión al derecho exclusivo heterosexual, intolerable. Invasión que conviene recordar que el colectivo gay no reivindicó, como derecho, no quedando más remedio que pensar en uno de los muchos métodos de provocación, enfrentasmiento y crispación, para rentabilización política de canallas y traidores, cuyos deberes prioritarios son la unidad y convivencia nacional.
Actualización
Clandestino
4 comentarios:
¡Bravo!. Excelente, las cosas claras y el chocolate espeso.
Clandestino:
En su día hice un post sobre este tema, en el que fundamentaba el poqué no tienen derecho los homosexuales ni al matrimonio ni a la adopción.Tras la hojarasca opositora sólo había este argumento: Lo quiero, por eso tengo derecho, y tengo derecho poruqe lo quiero.
Pero Nunca podemos olvidar que el movimiento Gay, precisamente mediante la invesión sistemática de dominios ajenos ha sido y es de forma expresa y explícita, uno de los pilares del plan Progrsista, ya desde finales de los 50, de su intento de mutación cultural como paso previo a su dominación completa.
No podemos estar más de acuerdo.
Aplausos por la entrada.
Gracias a todos.
Dhavar, me interesaría leer tu post sobre el tema. Déjame una dirección.
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