Toda norma o ley que se promulgue contra la justicia, es criminal.
Cualquier ley que atente contra el principio de igualdad, u otros derechos, es un atentado contra la justicia. No puede valer ninguna ley que no ampare a las víctimas ni valga para hacer justicia. No puede haber justicia cuando hay un gobierno que la persigue con la ley. Sin leyes para la justicia, nadie podrá evitar el crimen
¿Qué clase de sociedad le permite a su gobierno promulgar leyes que para garantizar un derecho, a un colectivo cualquiera, agrede el derecho del resto de los ciudadanos? ¿Qué clase de legislativo se supedita a ese gobierno y las diseña de esa forma criminal? ¿Qué clase de servicio judicial las acepta como útiles para impartir justicia, cuando atentan contra ella?
El mal trato, por violencia de género, sigue dibujando un macabro rastro de cifras en víctimas de torturas y muertes. El Gobierno Z no dudó en hacer una ley ‘contra el mal trato de género’. Tanto que la hizo y la aprobó en tiempo récord, ante la presión de frecuentes manifestaciones de organizaciones feministas y de víctimas. Qué pena que no se preocupara de su eficacia y amparo, a las víctimas, tanto como de las prisas por complacerlas con esa clase de ley que les dedicó, con el beneplácito de aquellas organizaciones que tanto ‘sufrían’ con el mal trato sobre mujeres y niños indefensos. Sufrimiento que duró justo hasta que obtuvieron esa ley. Esa ley de discriminación contra el ‘macho’, pero más cerca de amplificar el problema que de atajarlo. Todos invocaron a las víctimas. Pero todos dieron sus conciencias por satisfechas, cuando ya tenían lo que querían. Unos obtuvieron una ley que las privilegiaban en detrimento del derecho de otros, a cambio de que otros obtuvieran ‘éxito’ político y su esperado premio en votos. Las víctimas siguieron cayendo igual que antes, pero ya habian retirado los globos y guirnaldas del escenario donde representaron su farsa. Ya solo eran una noticia en el empolvado rincón de algunas páginas de algunos diarios.
Se echan de menos aquellas manifestaciones de dolor. Su rechazo a una ley inútil para los objetivos que la justificaron. Todos aquellos programas TV que tanto vendieron invitando a feministas que elevaban su clamoroso gemido de dolor hasta remover las conciencias, desde el estado hasta los cimientos de la sociedad. La causa era justa. La reacción reivindicativa, justificada. Pero quedó claro que el fin era totalmente ajeno a aquella causa. Contrasta tanta lucha y razones, con su fuga e indiferencia tras silencios cómplices, en el olvido de aquellos escenarios que tanto patearon enarbolando la bandera del legítimo ‘derecho a vivir’. Fue exactamente hasta el momento de obtener “la ley”. A partir de ese momento, se acabó. Como si un rayo hubiera fulminado la sensibilidad por el dolor de la muerte cruel, a manos de malditos. La ley se aprobó. Las torturas y las muertes, continuaron. La presión, las manifestaciones y reivindicaciones, acabaron. Ya nada importaba. Tenían su ley y esta les servía. Lo demás, 'daños colaterales'.
Fue exigida por un colectivo rico en votos, con objetivos ajenos a aquella causa justa, como otras leyes justificadas a otros colectivos con otras causas justas, pero para fines igualmente espurios. Fue regalada por los mismos intereses políticos, como las otras. Había un código penal que contemplaba penas adecuadas para el asesinato. Pero extrañamente no se aplicaba o no se hacía con la eficacia debida. Extrañamente las feministas no exigían la aplicación de aquella ley penal. Las feministas querían que el asesinato de mujeres tuviera un tratamiento especial, sumando articulados especiales, que despojaran al varón de parte de sus derechos fundamentales, de forma discriminatoria, anticonstitucional e ilegítima, en la misma cuantía con la que ellas fueron privilegiadas, de la misma forma ilegítima e inconstitucional. No querían justicia. Querían ‘la ley’. No la de hacer justicia, sino ‘esa ley’ injusta, solo útil para agredir derechos, quedando la situación de desamparo, donde y como estaba. Cuando tuvieron su “ley”, se acabó el interés por el legítimo ‘derecho a la vida’, y por los derechos a la libertad, pasando a ser un útil para bufetes de abogados/as expertos en dividir, enfrentar y despojar de bienes patrimoniales, tras el despojo legal. Incluso hay víctimas que se abochornan de las ventajas abusivas que les concede la ley, frente a las pocas garantías sobre su integridad física y moral, y de la seguridad de su propia vida. La mayoría quiere justicia y amparo, no expoliar el patrimonio familiar.
Las muertes y malos tratos, lejos de erradicarse o disminuir, han aumentado y la tendencia es de seguir al alza. También los divorcios y rupturas matrimoniales, ante el huerto sin amo en el que han convertido la vida de millones de hombres, con una ley magistralmente manipulada por los carroñeros que viven de la desgracia ajena. Que se lucran a costa de las víctimas mediante una ley que convierte en víctimas, o animales, a hombres, normales que tras ser despojados de su igualdad ante la ley, lo son de sus derechos patrimoniales, paternales y familiares, siendo arrinconados hasta la desesperación, por leyes criminales a manos de escoria ruin, que nunca les importó, el derecho ni la justicia. Ni para las víctimas, ni contra los agresores.
No hay esperanzas para la justicia, donde hay un gobierno que, manifiesta y públicamente desprecia a las víctimas, mientras pone al estado a compartir ‘mesa y mantel’ con asesinos.
Clandestino
3 comentarios:
La legiZlatura del Traidor pasará a la Historia como la época en la que se reventaron todas las instituciones del Estado.
Estoy completamente de acuerdo con tus palabras, esa ley además de ser anticonstitucional, es un amplificador de la violencia mal llamada de género.
Clandestino:
Aunque ya no ejerzo, soy abogado y ejercí y sigo en contacto.Has puesto el dedo en la llaga:Algún día alguien hará el recuento de cúantos de esos parricidas jamás lo hubieran sido si no les hubieran despojado de todo.
Publicar un comentario