domingo, agosto 24, 2008

Política corporativa contra el arte, la cultura y el progreso.



Cuando, previo pago y en un mercado legal y debidamente regulado, obtengo una copia de obra musical, literaria o cinematográfica, sobre cualquier soporte, consigo una licencia de por vida, para mi particular uso y disfrute de esa obra. Cuando hago una copia de seguridad, no estoy perjudicando en nada al autor, ni impidiendo una nueva venta de ese producto, puesto que nunca voy a usar las dos copias a la vez. Nunca voy a adquirir dos copias del mismo producto, ni nunca me voy a beneficiar en nada por disponer de esa copia de seguridad, más allá de ampliar la garantía, en el tiempo, de la disponibilidad de mi licencia de uso, sin caducidad.



No tengo ninguna duda de que justificar el canon sobre el único argumento de las copias legales de seguridad, es un camelo y una estafa en toda regla. Las copias de seguridad no inciden absolutamente nada, en el normal desarrollo comercial del producto. Camelo y estafa que quedan totalmente al descubierto al no quedar exentos de canon la mayor parte y cantidad de estos productos, cuyo uso se destina en masa, a menesteres cotidianos comerciales, empresariales o personales, totalmente ajenos al uso mínimo, casi despreciable, destinado a copias privadas de seguridad. Por otro lado resulta chocante y bastante contradictorio, vender “cultura” y gravar los artilugios y útiles para poder consumirla. Se paga la obra, el canon estafa por copia de seguridad y el canon estafa, por el reproductor, como elemento indispensable para disfrutar lo que ya se compra con ese derecho.



Ahora arremeten contra el P2P, con la ferocidad y la arrogancia del que se puede permitir arrollar los derechos ajenos, frenar la evolución y el progreso tecnológico, e invadir la inalienable intimidad y privacidad de las personas. Toda una serie de legalizaciones contra la justicia que agreden intereses y derechos de miles de millones de ciudadanos para preservar el de un puñado de personas que no aceptan la evolución que impone los avances de la civilización aferrados a su forma de vida, sin importarles todos aquellos que cayeron antes y quedaron tirados, desechados o se adaptaron a las nuevas tecnologías. Millones de artesanos de distintos oficios fueron sucumbiendo y aceptando la crueldad fría e imparable del progreso, sin que ningún gobierno, sindicato o colectivo organizado cualquiera, defendieran su méritos y derecho a la subsistencia.



Los mismos gobiernos que practican el buenismo con la delincuencia y el hampa del crimen terrorista, promulgan leyes que privilegian a los vividores y llevan la discriminación agresiva, pegada a la amenaza penal, contra la honradez y el derecho. Se da largas a una delincuencia que permite el endurecimiento legal sobre la decencia, como principal obstáculo para abrir puertas a sus intereses bastardos. Se persigue y acosa en nombre de la misma cultura, que se impide y persigue en su expansión y en su suministro y adaptación escolar, universitaria y social, por sus canales establecidos y habituales, entre los que siempre estuvieron y seguirán estando -por encima de gobiernos y de sus leyes contra la cultura y privilegiando el negocio- el de regalar, prestar o repasar, sus contenidos, dando continuidad a la antiquísima y cristiana practica de enseñar al que no sabe. Se priva al ciudadano de los medios de enriquecimiento erudito e ilustrativo, en todas sus formas culturales presentes y tradicionales, mientras se les persigue y expolia en nombre de una anticultura comercial para borregos. Amenazan con el código penal y con negar el acceso a la libertad cultural, del conocimiento y de expresión, a los que ejerzan a su derecho a disponer de obras compartidas, a pesar de no existir un sistema que les permita diferenciar la cultura libre, tan abundante o más, que la del negocio del copyrigth anticultura, solo útil para el vaciado y perversión intelectual, y para el enriquecimiento de los que viven de la subvención y canonjías, criminales, regaladas por gobiernos corporativos y pagados con los impuestos de los que sufrirán esas leyes penales. Los estados como guardianes y responsables de la formación cultural de los ciudadanos, que los mantienen, deberían perseguir y prohibir más del 50% de la basura que se opone frontalmente a su labor y resultados. Por el contrario promueven la conveniente ceporrez de sus electores, para su fácil engaño y control, regalando privilegios a sus colaboracionistas, con carnet de ‘artista’. Un ciudadano ignorante, es un esclavo asustado, servil en la dependencia y leal a la mano que le da de comer. Un voto útil, rentable, cómodo, servil y barato.



La expansión y el intercambio cultural no puede tener fronteras, ni limitaciones. Que esos millones de lechuguinos, petimetres vividores, sucedáneos de artistas, se arruinen y dejen de hacer esa porquería político-cultureta, es lo mejor que le puede pasar al mundo del arte y la cultura. Dejarían de robar el espacio y el protagonismo a la verdadera, rica, grande, esplendorosa y brillante, y, como debe ser la auténtica cultura, gratuita y accesible por obligación y por derecho. Las ideas son patrimonio de la humanidad. El que no las quiera compartir, que las oculte si puede. Patentar una idea es sacrificarla por el resto de los tiempos, impidiendo su fluidez en libertad, cuando surga de la mente o el ingenio de otra persona dispuesto a compartirla altruistamente. Se vive del trabajo, no de leyes que impongan injusticia, miseria ideológica con formato de arte, obstrucción a la normal evolución y represión.



La cultura no puede ser negocio. No puede estar limitada a los que puedan pagarla o conseguirla. Es la prolongación de la belleza natural y de las sensaciones que elevan al ser humano. Para que sean arte y cultura no se puede tasar ni vender al peso. Ha de ser universal. Prohibir el derecho de autor despeja y abre espacios al auténtico arte. A la auténtica cultura. A esa que fuera de intereses, solo es considerada por su valor exacto, condenando la anticultura al molar. El único interés que distinga a cualquier obra, es que llegue a ser compartida, por cuantos más mejor, hasta que la admiración y el disfrute de su belleza y de sus enseñanzas, traspasen todas las fronteras del mundo y llegue su esplendor hasta los últimos rincones del planeta. Disfrutar de la mejor y más universal música, literatura, pintura, escultura, arquitectura, teatro ..., nos obliga a remontarnos a épocas en que sus autores ni se les habría ocurrido pensar en sus derechos. Muchos ni siquiera soñaban con disponer de una despensa y un camastro bajo techo. El arte, la sensibilidad, la pasión, la armonía, el amor, la inquietud, el odio, el deseo, todo aquello que transmite y da vida al arte que amamanta a la cultura y nutre las virtudes humanas, mana irremisible e incontroladamente de lo más hondo del alma de sus creadores, sin ninguna posibilidad de evitarlo en una acuciante necesidad de expresarlo y plasmarlo para compartirlo y revivirlo en el semblante de sus admiradores.



Solo la basura se aferra a su basura, para interponerla entre la cultura y su interés, promovido y reconvertido en arma política, contra la formación espiritual y contra el carácter intelectual de sus ciudadanos, que refuercen su libre albedrío y todas sus capacidades como medio de superación. La rala calidad cultural de los expoliadores, es directamente proporcional a la inutilidad e inepcia de los gobiernos que los utilizan y los compran con nuestros derechos y la imponen achicando los espacios y la motivación a los verdaderos dioses de la creación cultural. Unos gobiernos incultos, ignorantes, antisociales y avaros, con la sola preocupación de hundir a su nación por debajo de su inutilidad. Gente sin valor, barriobajera de arrabal, dedicada a provocar y exacerbar los ánimos de pueblos y naciones, por la miseria de una poltrona , donde se ‘pinga’ como una vulgar gallina en corral ajeno y a disponibilidad del mejor postor para venderle el manejo arbitrario de los poderes delegados para servir a la soberanía nacional. Gente mediocre que convierte en calderilla el honor, el derecho y la dignidad de naciones cuyas aptitudes y calidad humana, se elevan muy por encima de ellos.

No al derecho de autor. No a las patentes. No a las barreras culturales. El que deje de obtener beneficios del negocio de su arte, que cambie de ofico, como ya hicieran millones, zapateros, carpinteros, costureros, carboneros, arrieros, segadores, escayolistas, picapedreros, pescadores y tantos y tantos otros. Si se protege a los autores y titiriteros, que se indemnicen y protejan a todos los demás extinguidos en el empuje del progreso, también.

"El verdadero patriota protege a su país de su propio gobierno". Dirk-Peter van Uys


Clandestino

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Sólo una palabra sobre el post: incuestionable. La verdad es así. Cualquier otra cosa que pueda decir lo estropearía. Mi admiración para ti.
David Internauta

Clandestino dijo...

Gracias David, por tus palabras y por tu visita.